viernes, 30 de noviembre de 2007

III Acerca de que el Verbo y Noûs son la misma cosa

VI Entonces Poimandrés dice:

– ¿Has comprendido lo que significa esta visión?,

y yo:
– Lo sabré.

– Y él dice:

esta luz soy yo, Noûs, tu Dios, aquél que es antes de la naturaleza acuosa que se ha manifestado de la oscuridad. En cuanto al Verbo luminoso salido del Noûs, es el hijo de Dios.

– ¿Qué?, dije.

– Aprende lo que quiero decirte de este modo: lo que en ti mira y comprende es el Verbo del Señor, y tu Noûs es Dios Padre; no están separados uno del otro, pues en su unión consiste la vida.

– Te doy las gracias, dije.

– Pues entonces fija tu espíritu en la luz y aprende a conocer esto.

miércoles, 14 de noviembre de 2007

II Sobre la acción del soplo del Verbo

IV Con estas palabras transformó su apariencia y todo se desveló instantáneamente ante mí, y contemplé una visión sin límites, todo vuelto luz, serena y alegre, y habiéndola visto, me quedé enamorado de ella. Y poco después, sobrevino una oscuridad terrorífica y sombría, que se dirigió hacia abajo enrollándose en espirales tortuosas, semejante a una serpiente según me pareció. Luego esta oscuridad se convirtió en una especie de naturaleza acuosa, agitada de una manera indecible, que exhalaba un humo como el que sale del fuego, y producía una especie de sonido, un gemido indescriptible. Después brotaba de ella la llamada de un grito inarticulado, tal que yo lo comparaba con el sonido del fuego,

V al mismo tiempo que, saliendo de la luz, el Verbo santo vino a abrazar la Naturaleza, y un Fuego sin mezcla se lanzó fuera de la naturaleza acuosa hacia lo alto, hacia la región sublime; era ligero y vivo, y activo al mismo tiempo; y el Aire, siendo ligero [también], siguió al soplo ígneo, elevándose hacia el Fuego a partir de la Tierra y el Agua, de manera que parecía suspendido del Fuego. La Tierra y el Agua permanecían en su lugar, ambas íntimamente mezcladas entre sí, tanto, que no se distinguían: y eran incesantemente movidas bajo la acción del soplo del Verbo que se encontraba por encima de ellas, según el oído percibía.

martes, 6 de noviembre de 2007

I De cómo Hermes revela la Enseñanza


I Un día que había comenzado a meditar sobre los seres, y que mi pensamiento volaba en las alturas mientras mis sentidos corporales estaban atados como les ocurre a aquellos a los que vence un pesado sueño traído por exceso de alimento o por una gran fatiga del cuerpo, me pareció que ante mí se aparecía un ser inmenso, más allá de cualquier medida definible que, llamándome por mi nombre, me dijo:
¿Qué es lo que quieres oír y ver, y aprender y conocer por el entendimiento?
II ¿Quién eres?, le pregunté.
Yo soy Poimandrés, respondió, el Noûs de la Soberaneidad Absoluta. Sé lo que quieres y estoy contigo dondequiera.
III Y yo dije:
Quiero ser instruido sobre los seres, comprender su naturaleza, conocer a Dios. ¡Cómo deseo saber!, dije. A su vez, me respondió:
Guarda bien en tu mente todo lo que quieres aprender y yo te enseñaré.