domingo, 9 de noviembre de 2008

XV-XVI De la doble naturaleza del hombre


Por eso el hombre, solo entre todos los seres que viven sobre la tierra, es doble: mortal por su cuerpo, inmortal por el Hombre esencial. Aunque en efecto sea inmortal, y tenga imperio sobre todas las cosas, padece la condición de los mortales, sujeto como está al Destino. Por esto, aunque esté por encima de la armonía de las esferas, se ha vuelto esclavo dentro de ella. Él es andrógino porque procede de un padre andrógino, y no duerme porque viene de un ser que vela, pero no por ello deja de ser vencido por el deseo y el sueño.

¿Y después de eso, oh Noûs mío?, porque en verdad ardo de deseo por lo que me estás diciendo. Entonces dijo Poimandrés: – Lo que voy a narrarte es el misterio que ha sido mantenido oculto hasta este día. Habiéndose unido en efecto la Naturaleza al Hombre por amor, ocasionó un prodigio completamente sorprendente. El Hombre tenía en sí la naturaleza conjunta de los siete, compuestos, como te dije, de fuego y de aliento; la Naturaleza entonces, incapaz de esperar, parió al punto siete hombres correspondientes a las naturalezas de los Siete Regentes, andróginos, irguiéndose hacia el cielo. – ¿Y después de esto, Poimandrés?, verdaderamente he llegado a un deseo extremo y me consumo por oírte. No te apartes del tema. Pero Poimandrés me dijo: – ¡Cállate pues!, no he acabado todavía de exponerte el primer punto – Ya me callo, respondí.

jueves, 2 de octubre de 2008

XIV Dios sonrió de amor

Entonces el Hombre, que tenía pleno poder sobre el mundo de los seres mortales y de los animales sin razón, se inclinó a través de la armonía de las esferas cuyas envolturas había roto, y manifestó la hermosa forma de Dios a la Naturaleza de abajo. Cuando ésta hubo visto que él tenía en sí mismo la forma de Dios junto con la belleza inagotable y toda la energía de los Regentes, sonrió de amor: porque había visto reflejarse en el Agua el semblante de esta forma maravillosamente bella del Hombre, y a su sombra sobre la Tierra. En tanto que él, habiendo percibido esta forma semejante a él presente en la Naturaleza, reflejada en el Agua, la amó y quiso habitar allí. Desde el mismo momento que lo quiso lo cumplió, y habitó la forma sin razón. Entonces la Naturaleza, habiendo recibido en ella a su amado, lo abraza completamente, y ellos se unen pues arden de deseo.

miércoles, 13 de agosto de 2008

XIII Sobre la potencia de aquél que reina sobre el fuego


Pero, cuando el Hombre hubo observado la creación que el demiurgo había modelado en el fuego, también él quiso producir una obra, y para ello el Padre le dio permiso. Entrando en la esfera demiúrgica, donde él debía tener plenos poderes, observó las obras de su hermano; y los Regentes amaron al Hombre, y cada uno le dio participación en su propia magistratura. Entonces, habiendo aprendido a conocer su esencia y habiendo recibido participación de su naturaleza, quiso pasar a través de la periferia de los círculos, y conocer la potencia de aquél que reina sobre el fuego.

sábado, 22 de marzo de 2008

VIII De la Voluntad de Dios


Como sin embargo estaba completamente fuera de mí, él me dijo nuevamente:
Has visto en el Noûs la forma Arquetípica, el preprincipio anterior al comienzo sin fin; así me habló Poimandrés.
Ahora bien, ¿de dónde han surgido los elementos de la naturaleza?, dije. El respondió:
De la Voluntad de Dios, que, habiendo recibido en ella el Verbo y habiendo visto el hermoso mundo arquetípico, lo imitó, quedando modelada en un cosmos según sus propios elementos y su progenie, las almas.

viernes, 15 de febrero de 2008

VII Sobre el destino


Así pues, todos los hombres se hallan sujetos al destino, pero los que poseen el logos –en los cuales hemos dicho que el intelecto gobierna– no lo están del mismo modo que los demás: liberados del mal, no sufren su destino como malos.


¿Qué es lo que quieres decir aún, padre?


¿no es malo el adúltero?


¿no lo es el homicida, y así todos los demás?


El hombre en posesión del conocimiento, hijo mío, no padecerá por cometer adulterio sino como si lo hubiese cometido; no por haber matado, aunque como si lo hubiese hecho. Pues si bien es cierto que no es posible escapar de las condiciones del cambio ni del nacimiento, el que posee el intelecto puede escapar del mal.

sábado, 2 de febrero de 2008

VI Sobre el poder del intelecto




Pero dejemos esto por ahora, no es el momento de discurrir sobre el vicio y sobre la fatalidad. Ya hemos hablado de ello en otra parte, ahora estamos tratando del intelecto: en qué consiste su poder; qué cualidades contiene, en sí, en los hombres que poseen unas características, en los animales carentes de razón que poseen otras. Y también de que, si bien en unos vivientes no produce sus buenos efectos, sino que estos últimos se muestran desiguales en todos, según extinga lo irascible y lo concupiscible –y entre dichos vivientes hay que considerar a unos como hombres en posesión del conocimiento, y a los demás como hombres sin logos–, por contra todos los hombres están sometidos a la Fatalidad; al nacimiento y el cambio, pues estos últimos son el comienzo y el fin de la Fatalidad.