viernes, 15 de febrero de 2008

VII Sobre el destino


Así pues, todos los hombres se hallan sujetos al destino, pero los que poseen el logos –en los cuales hemos dicho que el intelecto gobierna– no lo están del mismo modo que los demás: liberados del mal, no sufren su destino como malos.


¿Qué es lo que quieres decir aún, padre?


¿no es malo el adúltero?


¿no lo es el homicida, y así todos los demás?


El hombre en posesión del conocimiento, hijo mío, no padecerá por cometer adulterio sino como si lo hubiese cometido; no por haber matado, aunque como si lo hubiese hecho. Pues si bien es cierto que no es posible escapar de las condiciones del cambio ni del nacimiento, el que posee el intelecto puede escapar del mal.

sábado, 2 de febrero de 2008

VI Sobre el poder del intelecto




Pero dejemos esto por ahora, no es el momento de discurrir sobre el vicio y sobre la fatalidad. Ya hemos hablado de ello en otra parte, ahora estamos tratando del intelecto: en qué consiste su poder; qué cualidades contiene, en sí, en los hombres que poseen unas características, en los animales carentes de razón que poseen otras. Y también de que, si bien en unos vivientes no produce sus buenos efectos, sino que estos últimos se muestran desiguales en todos, según extinga lo irascible y lo concupiscible –y entre dichos vivientes hay que considerar a unos como hombres en posesión del conocimiento, y a los demás como hombres sin logos–, por contra todos los hombres están sometidos a la Fatalidad; al nacimiento y el cambio, pues estos últimos son el comienzo y el fin de la Fatalidad.