Por eso es evidente que el
Único no engendrado es a la vez inaparente y no susceptible de ofrecerse en
imagen sensible, pero, como él da imagen sensible a todas las cosas, aparece a
través de todas, y en todas, y aparece sobre todo a aquellos a quienes él mismo
ha querido manifestarse.
Tú pues, Tat, hijo mío, ruega
en primer lugar al Señor y Padre y Solo, que no es el Uno sino fuente del Uno, que se muestre propicio, a fin de que puedas alcanzar por el
entendimiento ese Dios tan grande y para que haga resplandecer uno de sus rayos,
aunque sea uno sólo, sobre tu inteligencia. En efecto, sólo el
Conocimiento ve lo inaparente, ya que él mismo es inaparente. Si puedes,
aparecerá entonces a los ojos de tu intelecto, Tat: pues el Señor se manifiesta
con plena liberalidad a través de todo el Universo. ¿Puedes ver tu pensamiento
y asirlo con tus propias manos y contemplar la imagen de Dios? Pues, si incluso
lo que está en ti es para ti inaparente, ¿cómo se te manifestará Dios mismo, a ti,
por medio de los ojos del cuerpo?