sábado, 31 de octubre de 2009

XXX Alabanza por haber recibido el Verbo de la Soberaneidad

Yo grabé en mí mismo el don de Poimandrés y sentí una alegría extrema por haber sido colmado así de lo que deseaba. Pues en mí, el sueño del cuerpo se había transformado en sobrealerta del alma, la oclusión de mis ojos en una visión verdadera, mi silencio en una preñez de bien, y la expresión de la palabra en una progenie de cosas buenas. Y todo me sucedió porque había recibido de mi Noûs, es decir de Poimandrés, el Verbo de la Soberaneidad Absoluta. Y heme aquí pues, colmado del aliento divino de la verdad. Así es como con toda mi alma y todas mis fuerzas ofrezco al Dios Padre esta alabanza.

"Santo es Dios, el Padre de todas las cosas.
Santo es Dios, cuya voluntad es realizada por sus propias Potencias.
Santo es Dios, que quiere que se le conozca y que es conocido por los que
le pertenecen.
Santo Tú, que por el Verbo has constituido todo lo que es.
Santo Tú, de quien la Naturaleza entera ha reproducido la imagen.
Santo Tú, a quien la Naturaleza no ha hecho.
Santo Tú, que eres más fuerte que toda potencia.
Santo Tú, que eres más grande que toda excelencia.
Santo Tú, que estás por encima de las alabanzas.
Recibe los puros sacrificios en palabras que te ofrecen un alma pura y un
corazón tendidos hacia ti,
Inexpresable,
Indecible,
tú a quien sólo el silencio nombra.
Te suplico, que ninguna caída me prive de la parte de conocimiento que
corresponde a nuestra esencia,
concédeme lo que te pido y lléname de poder.
Entonces iluminaré con esta gracia a aquellos de mi raza que permanecen en
la ignorancia, mis hermanos, tus hijos.
Sí, tengo fe y doy testimonio: voy a la vida y a la luz.
Bendito eres,
Padre: el que está unido a ti quiere ayudarte en la obra de sacralización,
siendo que le has transmitido toda la potencia".

miércoles, 14 de octubre de 2009

IXXX Hermes, guía del género humano


Entonces, algunos de entre ellos, después de haberse burlado de mí, se fueron por su lado, pues se habían metido en el camino de la muerte. Pero los otros, arrojándose a mis pies, me urgían para que les instruyera. Yo, entonces, los volví a levantar y me convertí en el guía del género humano, enseñándoles la doctrina, cómo y por qué medios serían salvos. Y sembré en ellos las palabras de la sabiduría y fueron alimentados con el agua de ambrosía. Llegada la tarde, cuando toda la luz del sol comenzó a desaparecer, les invité a dar gracias a Dios. Y una vez hubieron cumplido la acción de gracias, cada uno se fue a dormir a su cama.